[2005] Reverberancias

 

Reverberancias

Reverberancias. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile, 2005
(Curatóría en conjunto con Ramón Castillo y > Enrique Zamudio)

Catálogo > Reverberancias

Tracks

> Luis Barrie – Anamnesis
> Mónica Bate – Tape Drawings
> Ana María Briede – ABCD de una lengua
> Ariel Bustamante – D
> Daniel Cruz – Ojo Sonoro – experiencia 2
> Ensamble Majamama – Performance – 06/11/2005
> Ana María Estrada – Lugar visible
> Claudio Fernández – desclasificado – fragmento
> Foro de Escritores – Guuhssh
> Foro de Escritores – Performance – 20/11/2005
> Claudio Muñoz y músicos – Performance – 20/11/2005
> Christian Oyarzún – Performance Noviembre 2005 – extracto
> Alejandro Quiroga – Fine Tunning vol III
> Cristián Sotomayor – El baterista
> Andrés Torres y grupo – Performance 20/11/2005
> Yonhosago Concierto – 07/01/2006
> Enrique Zamudio – Cubo

 

Rainer Krause: REVERBERANCIAS – Primera antología de arte sonoro en Chile

El término arte sonoro surgió producto de la traducción del inglés del soundart, como variante de las artes visuales eindicaba el hecho, que más y más artistas plásticos experimentaran con sonido. Hoy se entiende arte sonoro como un término genérico para una gran variedad de propuestas estéticas, en las cuales el sonido es constituyente fundamental de la obra (aunque no necesariamente el único), fuera del área habitual de la música.

Aunque en Chile pueden encontrarse antecedentes de otras muestras con obras de arte sonoro, Reverberancias fue la primera muestra que presentó en forma antológica este tipo de arte, reflexionando sobre sus características específicas y su estado actual en Chile. Por esa falta de historia el puro término provoca todavía perplejidad entre público y crítica cultural chilena. Su carácter amplio no hace fácil una definición que abarque todas las propuestas que surgen alrededor del arte sonoro. Al contrario: el concepto de arte sonoro es más bien un conjunto de ideas, que no necesariamente están presente en cada obra (incluso parece imposible que todas estén en una obra determinada), mientras algunas de estas ideas se encuentran también en otras áreas artísticas, como en la performance, multimedia y música de vanguardia.

Quizás los factores más importantes del arte sonoro son su autonomía frente al material, su situación entre medio de las categorías tradicionales artísticas, la percepción multisensorial del público frente a la obra, la combinación entre arte temporal y espacial, su carácter de evento¹.

La intención de la muestraReverberancias por supuesto no puede ser tampoco proponer una definición acotada del arte sonoro y así hacer más fácil su lectura, sino mostrar las posibilidades de diversos artistas en Chile de usar el sonido como material y en conjunto con otros materiales y soportes, donde se sobre-ponen lenguajes heterogéneos: en una misma obra y en vecindad con las otras. En este sentido Reverberancias se distinguió de proyectos y muestras anteriores, en los cuales el sonido quedó relacionado con un medio artístico específico (ej.- el sonido como ampliación del material plástico, o como caso especial de la música contemporánea).

Un elemento común en casi todas las propuestas presentadas en Rever- berancias es el uso de la técnica electrónica como herramienta de realización de las obras. La reducción de los precios de equipos de grabación y amplificación de sonido, junto con la accesibilidad a software digital de almacenamiento y modificación de archivos de audio posibilita a más artistastrabajar con el sonido.

Como reacción frente a esta situación se puede entender las obras que intencionalmente trabajan con tecnología arcaica. El dúo Claudio Muñoz / Pablo Schalscha usa en su obra manivelas y pedales mecánicos para producir gran variedades de ruidos y sonidos en el interior de una caja de embalaje, mientras Ariel Bustamante recicla los interiores de refrigeradores para construir un objeto giratorio que produce un tono a través de un chorro de aire que pasa por una fila de agujeros en movimiento. Las dos obras no funcionan permanentemente, el público debe intervenir para que funcionen como emisor sonoro: D de Bustamante se activa a través de un interruptor y la Sonora Caja-Box Sonora de Muñoz/Schalscha requiere la habilidad de un usuario para accionarla en diversas maneras. Aquí el objeto sonoro se acerca a un instrumento musical, especialmente cuando en el hall central del Museo el propio Muñoz tocó su Caja-Box en conjunto con un cuarteto de cuerdas, instrumentos igualmente artesanales y construidos de desechos mobiliarios.

Ya electrónica, aunque no contemporánea, es la tecnología que usa Mónica Bate en la obra más pictórica de la muestra: através de un barato toca-casete se desliza una cinta con grabaciones de llamadas telefónicas en calidad low-fi frente a un mapa del Gran Santiago, mucho más colorido que la ciudad real.

El trabajo más escultórico son posiblemente las jaulas de Enrique Zamudio. Instaladas clásicamente sobre una tarima, casi no se percibe el gran sub-woofer entre medio, que una vez por minuto emite un sonido bajo y de alto volumen, que traspasa fácilmente las paredes y es percibido en gran parte del Museo. Mientras tanto el sonido de las vibraciones de las jaulas, con frecuencias más altas, queda atrapado en el interior de la sala.

La ampliación del espacio a través del sonido ocurre también con la obra de Alejando Quiroga. La instalación tiene como elemento principal una manta fina que tapa un reproductor CD con parlante, que a su vez emite sonidos manipulados de respiración. Mucho antes de llegar a ver los componentes visuales de la obra, entremedio de la colección permanente del Museo, el visitante se siente irritado por este sonido en un ambiente habitualmente silencioso.

Igual que los artistas mencionados anteriormente, Ana María Estrada y Rainer Krause vienen de las artes visuales, aunque en sus trabajos montados en Reverberancias renuncian a cualquier referente visual fuera de los parlantes y equipos de reproducción de CD. Las imágenes se deben generar en la mente del oyente. Estrada interviene la escalera del Museo con sonidos captados en otro museo: mientras se remodeló el Museo de Arte Contemporáneo, al lado del Museo de Bellas Artes, grabó el sonido de los trabajos de construcción. Krause grabó su propio nombre pronunciado por sus amigos y familiares e imitado por él mismo. El sonido cumple la función de la representación, posible gracias a la ausencia de una presentación visible.

Lo contrario se manifiesta en la estrategia de Paula Arrieta: la única obra en esta muestra de arte sonoro que rehúsa al sonido físico. El referente es netamente conceptual, a través de un texto bíblico sobre la creación del mundo y unas cuerdas montadas, prohibiendo que se toquen, asociando teorías físicas del origen del universo.

Las obras de dos artistas se inscriben en la tradición de las artes multimedia. Aquí el sonido y las imágenes en movimiento se influyen uno al otro. Christian Oyarzún instaló un viejo Atari, que el público puede manipular con indicaciones fáciles y producir sonidos relacionados con simples imágenes: arqueología digital. La instalación de Daniel Cruz al contrario, usa el programa MAX para manipular los sonidos electrónicos a través del movimiento del público, captado por una cámara de vídeo y procesado digitalmente.

Mientras para los artistas de origen visual el trabajo con el sonido significa insertarse en la temporalidad de obras, reflexionar sobre lo efímero de la percepción de instalaciones, objetos y esculturas, para los artistas de origen musical lo nuevo es la espacialidad del sonido y sus referentes conceptuales fuera de la música. El único músico que transformó esta inquietud en una instalación en Reverberancias fue Cristián Sotomayor. Cuatro canales de audio crearon un espacio sonoro definido, donde el ruidoso loop de una batería repetía una y otra vez el mismo tema. Cambios sonoros había solamente con el desplazamiento del público mismo, acercándose o alejándose de uno u otro parlante.

Asimismo el espacio fue el tema de la performance sonora del Ensamble Majamama, pero en este caso el espacio era el Museo entero. Con low- y high-tech electrónico el quinteto investigó las posibilidades de interactuar con los espacios arquitectónicos, usandotimbres ruidosos y volúmenes de sonidos altos hasta el límite de lo soportable. En este trabajo el sonido mismo se transforma en símbolo de quiebre entre institucionalidad musical y libertad de creación.

Igualmente ruidoso, pero mas cerca de la investigación del material mismo fue el concierto de Yonhosago. La incorporación de sonidos pregrabados, citas sonoras de acontecimientos políticos, electrónica en vivo, improvisación grupal e investigación de la sonoridad de materiales cotidianos sitúan al cuarteto en diferentes tradiciones musicales (rock, free-jazz) y artes sonoros (musique concrète, performance sonoro).

Con un vídeo presentado en la muestra y más aún, con la actuación junto con una banda de rock el músico Andrés Torres investiga las posibilidades de la música como material conceptual. La recontextualización de obras de compositores contemporáneos (como John Cage y George Maciunas) y la transformación de una composición no-musical en una sí-musical cuestiona la posibilidad de establecer límites claros entre arte sonoro y música.

Dos proyectos de Reverberancias se inscriben en una tradición distinta de lo plástico y de lo musical: Anamaría Briede relaciona lo instalativo con el sonido, pero no en base a investigación espacial o del material acústico propiamente tal, sino en base a la relación entre expresión corporal y significado lingüístico. Ella y el Foro de Escritores, que en su performance experimenta con poesía sonora, concreta y simultánea, se conectan a una tradición de poesía recitada / performada, que desde el principio del siglo XX se desarrolló en diferentes países con distintos matices, y que también en Chile tiene sus antecedentes históricos.

Uno de los fenómenos más interesantes del arte sonoro es su capacidad de atraer propuestas fuera del área artística propiamente tal. Desde el invento de la grabación y del almacenamiento de sonido a fines del siglo XIX, instituciones como la radio o la investigación antropológica aprovecharon el nuevo carácter del sonido como objeto investigable, manipulable y montable para su trabajo de transmisión o de documentación. En los años 60 del siglo XX surgió el concepto de paisaje sonoro a raíz de una creciente crítica frente a la contaminación acústica especialmente en las grandes urbes. Luis Barrie presentó un trabajo sonoro de cuatro canales, donde a través de grabaciones de campo, su siguiente edición y montaje, creó un paisaje sonoro compuesto y espacializado, que así dejó de ser mera documentación de lugares específicos. Claudio Fernández es locutor de una radio en Chiloé y, partiendo de un concepto de comunicación radial, monta programas heterogéneos, irreverentes, ilógicos y entretenidos, usando no solamente material habitual de la radio (entrevistas, jingles), sino también audio files de arte sonoro, música, literatura, uniendo todo con una locución en vivo³.

La diversidad de medios, soportes, formatos y estrategias estéticas de Reverberancias debe ser entendido como una oferta de observar y escuchar al mismo tiempo, no separadamente como nos enfrentamos a exposiciones, conciertos y recitales habituales. En la vida cotidiana nos encontramos permanentemente con estímulos sonoros y visuales, los cuales procesamos en un acto de percepción integral. El arte sonoro funciona como una lupa para las percepciones, aumenta la sensibilidad del observador / oyente, fomenta la conciencia que cualquier objeto o suceso tiene más de una forma de ser percibido y enriquece así la capacidad de reflexionar sobre lo percibido.

Además pretendemos ofrecer un aporte a la discusión sobre la validez de la categorización tan establecida en Chile, que divide el arte en artes temporales y espaciales, en literatura y música, en artes plásticas y escénicas, en nuevos y viejos medios, etc.; sobre la necesidad de pensar el arte de forma menos objetual y más procesal, más relacional.

¹ Helga de la Motte-Haber: “Klangkunst —eine neue Gattung?” En: Klangkunst, Catálogo de Sonambiente — Festival für Hören und Sehen, Akademie der Künste, Berlin 1996, pp. 12 ff. Helga de la Motte-Haber: “Ein Feld, das es zu erobern gilt“. Entrevista en Neue Zeitschrift für Musik, nº 1, enero – febrero 2003, pp. 25 ff.

² Por razones de presupuesto el proyecto se presentó en Reverberancias a través de una instalación con grabaciones de algunos programas.

 

 

Post a Comment